Los nombres más populares de nuestros abuelos fueron más frecuentes que los nombres más populares de nuestras abuelas

Abr 28, 2016

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Antonio Abellán García, Rogelio Pujol Rodríguez, Isabel Fernández Morales. Departamento de Población, CSIC
Decidir el nombre de un nacido parece una decisión personal (de pareja), y por tanto es una decisión única; las parejas tienen cientos de nombres donde elegir. Sin embargo, ¿por qué han estado eligiendo esos nombres y no otros durante tantas décadas? ¿a qué responden los cambios observados en los últimos tiempos? La Estadística del Padrón Continuo del INE nos permite estudiar los cambios en los nombres de los residentes en España y conocer algunos rasgos de nuestra reciente historia demográfica.
Desde hace unos lustros se ha modificado la tendencia histórica en la forma en que se asignaban nombres a los recién nacidos. A lo largo del siglo XX, y posiblemente en siglos anteriores, los nombres más populares de niños fueron más frecuentes que los más populares de niñas, es decir, se concentraban más; en los años treinta del pasado siglo los diez primeros nombres de niños sumaban el 39,7% de todos los nombres dados a niños; en las niñas sólo 29,4%. Aquellos niños son los actuales abuelos. Se toma la libertad de utilizar el término abuelo en sentido genérico como persona mayor; es conocido que no todas las personas mayores tuvieron nietos. En las décadas siguientes continuó esta concentración aunque en descenso en ambos sexos (Figura 1). En el siglo XXI se ha producido una inversión: los nombres de niñas superan ligeramente en concentración a los de niños.
Figura 1 diez nombres más frecuentes 30--00 décadas_BIS
Es posible que la asignación de un nombre responda a fuerzas institucionales y sociales, y no sea tan libre como parece. Antiguamente los nombres parecían determinados por la tradición de sagas familiares, que ocasionaba cierta uniformidad, salvo en zonas donde el santo del día tenía preferencia. La capacidad de decisión de las parejas era reducida. La presión institucional era grande. Por ejemplo, en los años 30 del pasado siglo XX predominaban los nombres de José, Antonio, Manuel, María, Carmen y Josefa (Tabla 1). Posiblemente sus padres y abuelos se llamaron igual.
Tabla 1 nombres más frecuentes niños niñas 30 BIS
En los años 60 destaca el doble baby-boom en España: el del número de nacimientos y el de la asignación de nombres marianos a los nacidos, especialmente el de María a las niñas (Tabla 2). Poco antes del inicio de esta etapa fecunda, el Papa Pío XII había promulgado su encíclica “Ad Caeli Reginam” (1954), dedicada a la Virgen María. Una hipótesis verosímil para explicar la proliferación del nombre María, es que su exhortación final  pudo ser asumida por obispos y curas párrocos, de forma que trasladaron su entusiasmo mariano a todas las niñas que se acercaron al bautismo, que en esa época eran todas. De los diez primeros nombres de niña nueve venían acompañados de María; el nombre de José también se extendió entre los varones, mientras retrocedían los arcángeles (Miguel y Rafael, pasan a los puestos 19º y 13º, pero 8º y 11º en la lista de los años 30).
Tabla 2 nombres frecuentes años 60 BIS
En las décadas siguientes sigue disminuyendo la fuerza de concentración de los nombres populares. Además, con el cambio de siglo se observa una primacía de concentración en nombres de niñas; los diez nombres de niñas más populares suman 22,1% de todos los nombres dados a niñas, y los de niños se quedan en 20,1% (Tabla 3).
Tabla 3 nombres más frecuentes niños niñas 00 BIS
¿Qué ha cambiado? La supremacía masculina pudo reflejar una tradición de sagas familiares; el varón representaba la continuidad de la familia, la propiedad, la profesión, el negocio, etc. y el nombre venía más determinado, era menos variable. La caída de la fuerza de la concentración y la inversión  de la relación entre niños y niñas puede deberse a varias causas.
Posiblemente exista un menor poder de las instituciones (iglesia, sagas familiares). Por otra parte, lo funcional, lo práctico y las modas nuevas (con papel relevante de los medios de comunicación y en especial de la televisión) entran en el hogar. Aumenta la diversidad que puede reflejar un intento de evitar confusiones de nombres repetidos en el mismo hogar.
Las parejas quieren nombres más breves, más sonoros, menos populares y menos marianos. Predominan los nombres bisílabos, sencillos, disminuyen los nombres dobles compuestos de María. Son más sonoros: la letra “a” predomina en los nombres de niños y niñas, casi duplicando la media de los abuelos. Los nombres nuevos son menos populares, pero esta moda acaba en una proliferación de estos nombres menos populares. Y finalmente son menos marianos: entre las niñas sólo hay una referencia a la Virgen y nueve a santas (u otras), cuando en la generación de sus madres la relación era la inversa: nueve referencias a la Virgen y una a santa (Isabel); los nombres marianos también desaparecen entre los diez primeros de la lista de niños. Los arcángeles siguen retrocediendo. Tampoco es descartable que esta diversidad y caída de lo mariano se deba a una reacción contra el entusiasmo de los años 60.
Es posible que las políticas de igualdad de género hayan arrinconado las formas tradicionales de nombrar a los bebés. La masculinidad, revelada en esa operación de dar nombre a los bebés con supremacía de la concentración de nombres de niños sobre los de niñas, ha pasado a mejor vida. Triunfa la diversidad en el seno del hogar en un contexto de democratización, en que la pareja decide el número de hijos y otros temas importantes. Es posible que el descenso fuerte de la fecundidad haga inviable el procedimiento por el que las fuerzas institucionales determinaban los nombres de los nacidos. Los padres no quieren (o no pueden) seguir la tradición de nombres familiares;  quizás ante la imposibilidad de replicar los principales nombres familiares (faltan niños), las parejas deciden poner nombres nuevos; de esa forma ningún descendiente queda asociado exclusivamente a una rama familiar a través de su nombre. Los nombres más populares de niños ya no son más frecuentes que los más populares de niñas. Ahora tenemos otra realidad: se ha producido el cambio.

Nota. Los nombres se obtienen del padrón y se toman de sujetos vivos. Se sobreentiende que los nacidos que ya murieron, y no son contabilizados, tuvieron nombres en proporciones similares a las publicadas; es decir, que no hay nombres más mortíferos que otros (por muy inauditos que sean) que desvirtúen las proporciones ofrecidas en las tablas (consulta del padrón a 1-1-2014).

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Para citar este documento: Antonio Abellán García, Rogelio Pujol Rodríguez, Isabel Fernández Morales:  Los nombres más populares de nuestros abuelos fueron más frecuentes que los nombres más populares de nuestras abuelas. Blog Envejecimiento [en-red], 28 de abril, 2016. ISSN 2387-1512. Disponible en: http://bit.ly/1YV2egD
Consulta en Digital CSIC: https://digital.csic.es/handle/10261/131585

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