Longevidad y dependencia. La nueva contingencia del siglo XXI

Abr 2, 2020

Gregorio Rodríguez Cabrero. Catedrático de Sociología, Universidad de Alcalá

 

En un reciente trabajo de la revista Ekonomiaz se analiza la naturaleza, desarrollo, impactos y limitaciones de los sistemas europeos de cuidados de larga duración, con especial atención al caso español: el Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD), a lo largo de diez años (2009-2018) y los retos de futuro.

La necesidad de cuidados como consecuencia de una situación de dependencia siempre ha existido. La familia se hacía cargo casi en su totalidad, en concreto las mujeres; las políticas publicas de respuesta a la dependencia eran reducidas. Pero una mayor longevidad de las personas ha disparado la demanda social de cuidados, que ha desbordado el ámbito familiar y obliga a socializar una parte de su coste mediante el concurso de políticas.

Esta extensión de políticas y programas de respuesta a la dependencia se consolidará en los años venideros en los diferentes países miembros de la UE como consecuencia de esta creciente longevidad y de los cambios en la estructura sociofamiliar.

La transición hacia modelos mixtos de cobertura pública universal parece que es una tendencia relativamente generalizada, con diferencias notables entre regímenes de bienestar. La crisis financiera de 2008 parece haber provocado un freno, cuando no regresión, en su desarrollo en algunos países, como ha sido el caso de España, provocando una cierta ≪re-familiarización≫ de los cuidados (en parte por el incremento de los copagos) y una protección limitada de las personas con dependencias más graves.

La desinstitucionalización de los cuidados, la apuesta por la atención domiciliaria  y comunitaria y la combinación de servicios y prestaciones monetarias son tendencias relativamente comunes en la acción protectora de la dependencia.

La creciente longevidad, entre otros factores sociales y sanitarios, exige adelantarse al impacto social y económico de la dependencia. Cuatro tipos de políticas pueden instrumentarse para hacer frente a ese desafío:

1) prevención y promoción de la salud en todas las edades;

2) promoción de una vida independiente, activa y basada en el autocuidado y, si es posible, mediante la extensión de la actividad a las edades provectas;

3) avances en la optimización de la combinación de prestaciones en servicios y monetarias, mejora de la calidad y la innovación permanente organizativa y tecnológica;

4) un reparto más equilibrado de los cuidados informales en el seno de los hogares entre mujeres y hombres, junto al reforzamiento de políticas de conciliación del empleo y los cuidados.

 

Estas políticas tendrán que estar orientadas por una nueva filosofía política que sitúe a las personas con dependencia en el centro de la protección social, de modo que la autonomía personal y la orientación hacia los derechos humanos sean transversales a los programas de prevención y protección. Este enfoque no solo puede ayudar a prevenir la dependencia sino también a que la respuesta sea más efectiva. A partir de este enfoque pueden ir resolviéndose los problemas crónicos del SAAD sobre gobernanza, calidad de los servicios, prestaciones, empleo, financiación insuficiente y desequilibrios territoriales en cobertura e intensidad protectora.

 

Descarga del artículo (pdf):

Gregorio Rodríguez Cabrero: “Longevidad y dependencia. La nueva contingencia del siglo XXI». Ekonomiaz, 2019, nº 96, 2º semestre, p. 139-167.

 

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